Vida y Espiritualidad

 

LA TEOLOGIA DOGMÁTICA EMPÍRICA O TEOLOGIA DE LA LUZ

DE LA SANTA IGLESIA ORTODOXA CATÓLICA (RESUMEN)

 

(según la enseñanza del mayor teólogo dogmático ortodoxo del XX siglo, Rvdmo. Arcipreste John Romanides, Nueva York 1927-Atenas 2001, Profesor de Dogmática en la Facultad Teológica de la Universidad de Tesalónica, hijo espiritual del mayor teólogo ortodoxo en general del siglo pasado, Rvdmo. Arcipreste Prof. George Florovsky)

 

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1.El Dios de la Revelación es el Dios de los Profetas, Apóstoles y Padres y no

de los filósofos. Los filósofos piensan sobre Dios, mientras los Santos Lo ven dentro de la Luz. Por eso motivo Dios no es fantasía metafísica, sino realidad; es una experiencia vivida. Los Santos conocen por su experiencia personal que esta Luz es triple-brillante. Es muy característico el himno fúnebre: “Alabamos devotamente a la Divinidad Única y de Triple Luz clamando: Santo eres Tú, oh Padre que no tienes principio, y Tu Coeterno Hijo y el Espíritu Divino: Ilumínanos que Te adoramos con fe, y rescátanos del fuego eterno”. Que Dios es Trino lo conocían también los Profetas en el Antiguo Testamento porque hablaban de un Dios Trino, pero usaban otras palabras y no las palabras Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

2. Dios Trino creó los ángeles, el mundo y el hombre. Los ángeles son luces pequeñas que patrullan alrededor de la grande Luz. El ángel Lucifer, a causa de su orgullo perdió la comunión con Dios como Luz y se hizo diábolo oscuro. Por eso los pintores sagrados pintan al diábolo como un espíritu oscuro. El hombre en su creación tenía cuerpo y alma, pero el Espíritu Santo cubría ambos. Adán y Eva vivían en el Paraíso dentro de la Luz de Dios.

 

3. La caída del hombre es la perdición de su comunión con Dios, es decir la pérdida de la Luz. El Apóstol Pablo escribe: “Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Rom 3,23). San Juan Damasceno refiriéndose de la caída del hombre habla de la oscuridad del “según la imagen”, de la desnudez por parte de la Gracia divina y la vestimenta de las túnicas de piel. El pecado original es la identificación de la energía mental con aquella racional, es decir la mente perdió la iluminación y fue identificada con las pasiones y las condiciones del ambiente y así se oscureció. Consecuencia del pecado original es la muerte y la herencia de la muerte en las próximas generaciones.

 

4. Todas las revelaciones de Dios a los divinizados son revelaciones del Verbo descarnado en el Antiguo Testamento y del Verbo encarnado en el Nuevo Testamento. Los Justos en el Antiguo Testamento vivieron el misterio de la Cruz de Cristo, con la praxis y la teoría (=visión de Dios). Eso lo vemos en el caso de Moisés y del Profeta Elías. Moisés es el modelo del hombre perfecto. Pero, los Justos del Antiguo Testamento, a pesar de la visión de la Luz increada, no han podido vencer a la muerte y por eso han descendido a Hades. Con la encarnación de Cristo, como dice el Evangelista Juan: “La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3,19). Cristo mismo ha dicho: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). En el Nuevo Testamento la diferencia es que también la natura humana de Cristo es fuente de la energía increada de Dios. Eso fue evidenciado particularmente en el Monte Tabor donde Cristo se transfiguró en la gloria delante de Sus tres Discípulos y Su rostro brilló como el sol y Sus vestimentas fueron blancas como la Luz. Esta Luz provenía del interior de los Discípulos, aunque también el Cuerpo de Cristo estaba fuera de ellos.

 

5. Cristo ha dicho a Sus Discípulos que enviaría el Espíritu Santo, que les enseñará “toda la verdad” (Jn 16,13). Pentecostés es la suprema, la total verdad y más allá de Pentecostés no existe otra verdad. Antes de Pentecostés la Gracia de Dios se divide indivisamente en partes y se multiplica no multiplicándose en muchos - (μερίζεται ἀμερίστως ἐν μεριστοῖς καί πολλαπλασιάζεται ἀπολλαπλασιάστως ἐν πολλοῖς) – pero durante y después de Pentecostés esto sucede también con el Cuerpo de Cristo.

 

6. El hombre dentro la Iglesia con la Gracia de Dios y su esfuerzo llega a la participación de la Luz increada. Cristo ha dicho: “El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Con el santo Bautismo y la santa Crismación se ilumina y con la divina Comunión participa de la Luz. Por eso canta en la Divina Liturgia inmediatamente después la Comunión del Cuerpo y de la Sangre del Señor: “Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido al Espíritu celestial”. Los Sacramentos de la Iglesia se conectan inseparablemente con la purificación, la iluminación y la divinización, es decir que el misterio de la Cruz se conecta estrechamente con el misterio de la gloria de la Resurrección. El cristiano con la Gracia de Dios y su lucha personal camina desde la oscuridad a la Luz, se libera del dominio del diábolo y de la muerte y se transforma del amor interesado en amor no interesado. Por eso el Apóstol Pablo dice: “Vivid como hijos de la luz” (Ef 5,9).

7. La teología de la Iglesia se conecta estrechamente con la Luz increada. Dentro de la Luz se revela Dios. Los Santos participan de la Luz increada a través de la purificación, la iluminación y la divinización, ven la gloria de Dios, que es Su divinidad misma, y eso lo pasaron dentro de las artes eclesiásticas. Eso lo vemos en la sagrada pintura, en la corona de luz alrededor de la cabeza de Cristo, de la Virgen Santísima y los Santos. La única diferencia es que Cristo crea la divinización, mientras la Virgen y los Santos padecen la divinización. Cristo es la fuente de la Luz increada, mientras la Virgen y los Santos participan de la Luz. Además, esta influencia la vemos en toda la tradición sagrada de la Iglesia y en el culto divino, che aspiran a la purificación, iluminación y divinización de los cristianos. Dentro de esta perspectiva deben ser vistas las ceremonias eclesiásticas y litúrgicas, la arquitectura de los templos, la iconografía, la himnología, la música, la literatura patrística. Es evidente que la lex credenti (la ley de la fe, el dogma) es inseparable de la lex orandi (la ley de la oración). Además, la influencia de la teología ortodoxa la vemos en los Santos también con la superación del nacionalismo y del racismo. Quién es liberado del amor a sí mismo y del egoísmo y conquiste el amor desinteresado, no es posible distinguirse por la herejía del nacionalismo. Esta es la razón por la cual el Pueblo Ortodoxo Romano, es decir todos los Ortodoxos independientemente raza, lengua y color, como lo ha analizado Padre John Romanides, no puede comprender la herejía del nacionalismo porque es su retractación. La teología, según Padre John Romanides, conduce al hombre a la experiencia vivida de Dios, la divinización; entonces, cesan todas las cosas humanas, todas las palabras, conceptos, sentidos e imagines creadas y el hombre escucha palabras increadas.

 

8. Dios aparecerá en Su Segunda Venida como Luz. Y como la luz tiene dos cualidades, la luminosa y la cáustica, así sucederá entonces con la Luz increada: unos serán iluminados y otros serán quemados. Esto es el Paraíso y el Infierno respetivamente.

 

En líneas generales esta es la teología de la Santa Iglesia de Cristo, como fue expresada por parte de Padre John Romanides, el mejor teólogo dogmático ortodoxo del siglo XX. Es la teología de la Luz, porque Dios es Luz triple-brillante y el hombre fue creado por Él para participar de la Luz. La caída de los Progenitores es la pérdida de la Luz. La encarnación del Verbo de Dios y la vida total de la Iglesia aspiran a sanar el hombre, para participar de Dios como Luz y no como fuego. Dios se conoce y salva como Luz. Por eso los cristianos debemos centran nuestra atención del “QUÉ” al “CÓMO”, y en esta cosa aspira el hesicasmo (ἡσυχασμός) ortodoxo, en necesaria conexión con los Sacramentos y toda la vida eclesiástica, lejos de las influencias occidentales, porque el Occidente (Latino y Protestante) se basa en el racionalismo, la fantasía metafísica, la filosofía escolástica y el moralismo, y no en la experiencia vivida por los Profetas, Apóstoles y Santos de la Iglesia Católica de Cristo. Todo esto, quizás, parece complicado, pero en el fondo es muy simple y tiene una unidad y simplicidad interiores. Basta probar, como han probado los Santos, los Ascetas, los Mártires y los Confesores de la Fe en Cristo. Esta cosa la encontramos en los escritos de los Padres de la Iglesia en todos los tiempos, como también en los escritos ascéticos, la Filocalía, el Geronticón y los Synaxarios de la Iglesia, donde se presenta la vida de los Santos. Esta es la única verdadera y segura vía para nuestra salvación.

 

Metropolita de Naupacto (Lepanto) y San Blas Ierotheos, Padre John Romanides; un cúspide teólogo dogmático de la Iglesia Ortodoxa Católica, ed. Sagrado Monasterio de la Natividad de la Madre de Dios (Pelagía), 2012, pp. 553-557.                                                                          

          


Oración del Venerable Padre PAISIOS del Monte Athos

por todo el mundo

 

    Señor Nuestro Jesucristo,

 

      No abandones a Tus siervos que viven lejos de la Iglesia; que Tu amor actúe de modo que atraiga a todos cerca de Ti.  

       Acuérdate, Señor, de Tus siervos que sufren de cáncer.

De Tus siervos que sufren de leves o graves enfermedades.

De Tus siervos que sufren de carencias corporales.

De Tus siervos que sufren de carencias mentales.

Acuérdate de nuestros gobernantes y ayúdalos  a gobernar cristianamente.

Acuérdate, Señor, de los hijos que provienen de familias problemáticas.

De las familias con problemas y de los divorciados.

        Acuérdate, Señor, de los huérfanos de todo el mundo, de todos los doloridos y de los perjudicados y maltratados en la vida, de aquellos que han perdido a sus cónyuges.

Acuérdate, Señor, de todos los encarcelados, de los anárquicos, de los adictos a la droga, de los homicidas, de los malhechores, de los ladrones; ilumínalos y ayúdalos para que se corrijan.

Acuérdate de todos los inmigrantes.

De todos los que viajan por mar, tierra o aire y protégelos.

Acuérdate de nuestra Santa Iglesia, de sus clérigos y de sus fieles.

Acuérdate, Señor, de todas las fraternidades monásticas, tanto de hombres como de mujeres, de sus abades y abadesas y de todos los monasterios y monjes del Monte Athos.

Acuérdate, Señor, de Tus siervos que se encuentran en la guerra.

De aquéllos que están perseguidos en las montañas y en los campos.

De aquellos que están como pajaritos cazados.

Acuérdate de Tus siervos que han tenido que dejar sus casas y sus trabajos y sufren por ello.

Acuérdate, Señor, de los pobres, de los sin techo, de los desocupados, de los refugiados y de los cautivos.

      Acuérdate, Señor, de todas las naciones, tenlas en Tus brazos, cúbrelas con Tu santa Protección y presérvalas de todo mal y de la guerra. Y nuestra querida Patria, tenla, día y noche, en Tus brazos, cúbrela con Tu santa Protección y presérvala de todo mal y de la guerra.

Acuérdate, Señor, de las familias angustiadas, abandonadas, perjudicadas o afligidas y concédeles Tus ricas misericordias.

Acuérdate de Tus siervos que sufren de problemas corporales y mentales de todo tipo.

Acuérdate de aquellos que se encuentran en un estado de desesperación, ayúdalos y tranquilízalos.

Acuérdate, Señor, de Tus siervos que han pedido nuestras oraciones.

Acuérdate, también, de todos los difuntos desde antaño y dales Tu descanso eterno.